EL SEÑOR DE LA BURBUJA
Salarrué. (1956)
Fue en una vuelta del camino
(cualquier camino) que me habló.
Había allí una sombra y ambos nos
detuvimos y nos hablamos.
Al principio temí no sé qué de
este hombre raro.
El camino estaba solo y
silencioso.
Y el sol crudo hacía brotar la
flor de la sed.
Yo era el más joven, el más
fuerte, pero ante la
mirada verde de aquel viejo
temblé de pies a cabeza
y humillado le escuché.
Venía de muy lejos; iba, no sabía
dónde; estaba a
solas conmigo y era preciso que
yo le escuchara.
¿Quién era este loco? ¿Qué
pretendía?
Me habló como si hablara con el
mundo.
Rugió, gritó, rió bárbaramente y
por último estaba llorando.
Supe su historia: es ésta.
Supe su credo: es ése.
Habló de su más grande amor: era
Aquél...
y hablando se agigantaba.
Era su boca un venero de amor y
de belleza.
Y se olvidaba de mí.
Empezó hablando conmigo y acabó
hablando con Dios.
Pero yo recogía las letanías de
su éxtasis en el corazón.
Harás de tu alma una flor y tuyo
será el Reino.
El gran jardinero caviloso sembró
en su barro proficuo de carne la simiente divina.
Bajo su invernadero azul, plantas
fueron las almas.
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